Dirección: Pablo Trapero
Guión: Pablo Trapero, Martín Mauregui, Alejandro Fadel, Santiago Trapero
Intérpretes: Martina Gusman, Elli Medeiros, Laura García, Rodrigo Santoro, Tomás Plotinsky
Duración: 112 minutos
Las películas de Pablo Trapero tienen una fuerza visual nunca antes vista en el cine argentino (ni después tampoco). No se trata de la tensión y la adrenalina propia de los géneros que registran, por ejemplo, directores como Fabián Bielinsky, Damián Szifron o Juan Taratuto. La fuerza del cine de Trapero tampoco se parece a la libertad rústica y casi en estado salvaje de cineastas como Lisandro Alonso o Raúl Perrone (por nombrar dos casos bien disímiles). Más bien, la potencia de sus películas (Leonera es un caso ejemplar) reside en el aprovechamiento de los recursos del cine unido a una cierta visceralidad a la hora de contar historias. Pensemos en Leonera; la película está plagada de momentos visuales fortísimos, pero son en especial tres los momentos en los que Trapero deslumbra: el primer plano de la película (que también es un primer plano de Martina Gusman) cuando Julia se despierta, y al mover lánguidamente la cabeza, se descubre una mancha de sangre en el colchón. El segundo momento es cuando Julia vuelve a su casa, ve los cuerpos y llama por teléfono para pedir ayuda. Mientras se escucha la voz agitada y entrecortada de Martina Gusman, Trapero descerraja un travelling muy suave a la altura del piso en el que van asomando, muy lentamente, los cuerpos desnudos y acuchillados que vio Julia. Tanto este plano como el primero no sólo hacen un uso certero de dos recursos puramente cinematográficos (el primer plano y el travelling) sino que también tienen una carga poética enorme; los dos planos esconden cuidadosamente algo de horror, de muerte, para después develarlo con una gran delicadeza. El tercer momento es el último plano de la película; un plano largo, también llevado a cabo con mucha suavidad, pero que va a operar de forma contraria: esta vez la puesta en escena se va a encargar de esconder a los personajes, casi disolviéndolos y esfumándolos en los límites del cuadro y del fuera de campo. Los tres planos son de una belleza increíble, a la vez que tienen una potencia visual poderosísima, y dudo que haya otros momentos como estos en lo que resta del año para el cine argentino.
No es casual que esta crítica empiece hablando de planos. Cuando pienso en las películas de Trapero (sobre todo en El bonaerense) siempre me pasa lo mismo; más que personajes, acciones o escenas, se me vienen a la mente imágenes, planos sueltos que resumen en sí mismos escenas enteras. Es que el cine de Trapero tiene un carácter fragmentario muy fuerte: sus películas siempre son retazos, pedazos de historias y de mundos. Esta es la relación que mantiene Trapero con la modernidad: sus historias son lineales, pero rara vez hay una cronología detallada de un conflicto o de una acción, hecho que desarma cualquier posible intento de narración clásica. Podría pensarse a sus películas como diarios con anotaciones a veces apretujadas que terminan por otorgar tanta importancia a lo que se cuenta como a las elipsis. De ahí el peso de los planos: al no haber un hilo narrativo consistente en términos clásicos, las películas acaban por ser, más que una historia contada (y cortada) en planos, planos que permiten reconstruir partes de una historia. Y de ahí la fuerza de los planos, porque los momentos de las historias que Trapero elige para narrar son siempre fundamentales, centrales, y tienen un aire de vitalidad y de intensidad notables. Y esto último tiene poco que ver con la modernidad, que ya se sabe, en su afán rupturista muchas veces reniega del nervio cinematográfico por considerarlo un elemento clásico o narrativo. O sea que Trapero no se casa con ningún modelo, toma de cada uno lo que más le conviene: de la modernidad la dispersión del relato, y del clasicismo las historias y la tensión. Si en la actualidad las fronteras del cine son cada vez más difusas, ya se hable de ficción y documental o de modernidad y clasicismo, el cine de Pablo Trapero es un híbrido perfecto que da cuenta no sólo de la complejidad del panorama cinematográfico, sino también de las posibilidad que tiene el cine cuando no se encorseta bajo ningún modelo estético tradicional.
AVISO
Hola, cómo va. Seguramente habrán notado que hace varios días (más de diez) no actualizo el blog, algo raro si tenemos en cuenta que venía subiendo textos bastante seguido. La cuestión que es que hace algún tiempo que venimos tramando con el amigo Villarino y algunas personas más la idea de empezar un sitio de crítica de cine, que esté dedicado sobre todo a los estrenos pero que también tenga lugar para otras cosas, como discos, libros, cómic, etc. Después de varios días de pruebas y correcciones, y aunque todavía falta pulir varias cosas, ya puedo decir que el sitio está listo para ser visitado. Acá les dejo el link:
www.cinemarama.wordpress.com
Por ahora tengo pensado dedicarme de lleno a este nuevo proyecto, aunque voy a tratar de actualizar de forma esporádica Cine Mifune.
Los esperamos en el nuevo Cinemarama.
Saludos a todos.
www.cinemarama.wordpress.com
Por ahora tengo pensado dedicarme de lleno a este nuevo proyecto, aunque voy a tratar de actualizar de forma esporádica Cine Mifune.
Los esperamos en el nuevo Cinemarama.
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viernes, 13 de junio de 2008
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12 comentarios:
Diego, coincido con tu alta valoración de la película.Pero yo no sería tan reticente a la hora de incluir a Trapero dentro de lo que llamamos modernidad. En algún punto, me da la sensación de que su cine se ubica en una especie de más allá de los géneros, esto es, no hace como si no existieran, sino que toma de ellos núcleos dramáticos aislados sin ceñirse nunca a su estructura (mediante esa especie de dislocación del relato a la que hacés mención). Del mismo modo, esa poética fragmentada pude ser también una ética, en donde la verdad nunca se da como un todo (como lo haría en un relato clásico)sino en retazos autónomos, a veces contradictorios.
Comparto la idea de que Trapero se niega a ofrecer una verdad unívoca sobre el mundo. Si bien esto puede apreciarse en todas sus películas, en Leonera está muy presente en el rechazo a explicitar el crimen: si Julia fue responsable o no, cómo sucedió, etc. De esta forma Trapero desbarata uno de los principios fundamentales de las narraciones clásicas: las causas. Toda la historia posterior de Leonera ya no depende de la veracidad o falsedad del crimen, y Trapero puede dedicar todo el tiempo a construir los momentos que más le interesan sin ceñirse a ningún modelo narrativo en particular.
Y de todas formas creo que Trapero está evidentemente más cerca de la modernidad que del cine clásico, lo que pasa es que frente a propuestas por ahí más extremas (ni mejor ni peor, solamente distintas) como las películas de Alonso, Santiago Loza o de Martín Rejtman, por poner tres ejemplos bien diferentes, siento que el cine de Trapero todavía cuenta historias con personajes y conflictos bastantes delimitados y precisos (aunque para nada exagerados ni sobreexplicados).
Trato, pero no entiendo que le vio todo el mundo a Leonera. Es que me acuerdo del plano del hijo en la casa de la abuela, mirando por la ventana enrejada...y del cameo de Trapero... o de la cámara que se tira encima a la sangre que brota de las muñecas de una interna... y los planitos secuencia muertos, calculados, bien qualite...o de todos los clichés del género pero con mujeres bellezas no canónicas...la trama que aparece de vez en cuando, pero siempre de manera torpe y para hacer avanzar la nada...
Creo que un documental hubiese sido más interesante. De la cárceles de la alfrombra roja. Cine for export.
saludos.
La verdad es que no veo eso que decís de los clichés del género: por ejemplo, acá no hay un guardia o director de la cárcel que maltrate todo el tiempo a los personajes (más bien pasa al revés, como en la escena en que la guardia rubia hamaca al hijo de Julia con la puerta de la celda), no hay un grupo de personajes que le haga la vida imposible a los demás, casi no hay escenas de sexo entre mujeres salvo por la de la ducha al principio de la película (que por otra parte es muy rápida, sin planos cercanos y que pareciera que Trapero la pone así y de esa forma para sacarse el tema de encima) y, en el fondo, el lugar donde transcurre Leonera termina no siendo (como dicen algunos personajes) "la cárcel", o sea que de movida se está negando prácticamente el lugar central del género. O sea, no creo que haya clichés porque prácticamente no hay referencias al género de cárcel de mujeres.
No comparto lo de for export, pero la inclusión de Rodrigo Santoro sí me parece una imposición bastante grosera y que se nota mucho, y que por momentos, aunque mínimamente, da ese perfil de coproducción sudaca. Igual, el personaje aparece muy poco.
Y sí, siempre que hay consenso en los medios da qué pensar, como pasa cada vez que estrena Woody Allen, pero me parece que con Leonera está justificado.
Saludos, Javier.
No ví Leonera, pero por lo leído es muy interesante que Trapero se mande una buena gambeta frente a tantos clichés. Después de todo, el género carcelario (y sobre todo aquel que tiene como protagonistas a mujeres) siempre fue algo monótono en sus planteamientos (lógica del género dirán los sapientes).
Vuelvo: por lo que pude apreciar en estos comments se ve que Trapero hizo las cosas bien. Entonces, no es ilógico que aquellas personas que tuvieron oportunidad de ver Leonera festejen tanto. Veremos.
Mis saludos!
Está bien que hayas usado "gambeta", porque Trapero aparece en la película vestido de fútbol y, parece, después de jugar un partido. Todo tiene que ver con todo, diria Pancho Ibañez.
Me había olvidado de mencionar algo que me molestó bastante cuando lo vi. Laura (¿se llamaba así, no?, la chica bien organiza sin querer un motín cuando le sacan el hijo. En la película se muestra a otras mujeres que pasan por la misma situación y toman medidas desesperadas. Sin embargo cuando Laura protesta se organiza un quilombo padre: pareceiera que nena bien es la única que puede armar un motín.
Aunque parezca raro, la inclusión de Rodrigo Santoro no me molestó, es más, me pareció que cuando interactuaba con Martina Guzmán, los personajes ganaban algo de credibilidad. Pero después Trapero lo arruina.
Precisamente, que los reclamos de Julia (así se llama el personaje)sean recibidos con mayor atención que los del resto de las presas, de clase social inferior y menos recursos, es una toma de posición crítica que la película elige al dar cuenta de esa situación injusta.
El tema es que Julia, cuando entra a la cárcel, deja de ser una nena bien para pasar a ser otra cosa. Lo mismo le pasa al personaje de Jorge Román cuando deja de ser un cerrajero inocentón de pueblo para convertirse en un policía de ciudad corrupto, o al Rulo cuando siendo un obrero de la Capital con un futuro que promete mejorar, se ve obligado a irse a Comodoro Rivadavia para ser un obrero marginal del montón. Julia, cuando ya está asentada en la cárcel, ya no es más una nena bien, por eso su reclamo tiene el apoyo de sus compañeras.
Aunque me hizo reir bastante cuando lo escuché, Rodrigo Santoro diciendo "camión mezzcladorr..." me pareció bastante berreta.
Eso es verdad, sus compañeras apoyan su reclamo (porque empiezan a verla como a una igual) pero resulta difícil de imaginar a alguna de ellas siendo recibida extemporáneamente por el director de la cárcel para encargarse casi en forma personal de su caso, como ocurre con Julia. A eso me refería. Las diferencias de clase que no tienen valor para sus compañeras más cercanas, sí lo tienen para las autoridades.
Recién veo que Chandler de cinesargentinos.com puso que la película se llama así por el personaje de Martina Gusmán, que es "la leonera"...
Esta es una gran película. no más la vi el otro día y fue una experiencia increible. Muy valorativo lo qu dice el texto sobre el poder visual en los planos de trapero, algo que se repite en todas sus películas (como olvidar la excelente escena de sexo en el auto de "el bonaerense") pero que sin duda alguna ésta, está a otro nivel.
Saludos desde Chile, buen blog.
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