Dirección: Daniel Burman
Guión: Daniel Burman
Intérpretes: Cecilia Roth, Oscar Martínez, Inés Efron, Arturo Goetz, Jean Pierre Noher, Ron Ritcher
Música: Nicolás Cota
Duración: 91 minutos
Alquimista. Siempre fue difícil incluirlo a Daniel Burman dentro de lo que suele llamarse Nuevo Cine Argentino. Primero, porque la mayoría de sus películas no son proyectos típicamente independientes, es decir, están hechas con presupuestos altos y siempre tienen una gran cantidad de caras reconocibles. Segundo, sus historias no son representativas del universo del NCA; lejos tanto de la urbanidad marginal de películas como Pizza, birra, faso o Mundo grúa como del paisaje rural de Lisandro Alonso, las películas de Burman (salvo la mitad de Esperando al mesías, que es un caso aparte) siempre transcurren en lugares que no pueden ser considerados como decadentes o corruptos, sino tan solo particulares, personales, que dan cuenta de una cultura y un mundo que siempre se les escapó al cine independiente y al mainstream por igual. Tercero y más importante, Burman es un gran contador de historias (todas sus películas están escritas o coescritas por él), lo que prácticamente lo aleja de forma excluyente del NCA, un ¿movimiento? que en los últimos años viene dando sus señales de agotamiento más fuertes al descuidar cada vez más la cuestión narrativa. Es evidente que las películas de Burman no se ven ni se cuentan como podría hacerlo una película representativa del NCA en la actualidad, y esto es cuando menos alarmante si tenemos en cuenta el enorme éxito que suele cosechar Burman; sus películas no son solamente éxitos de taquilla y de festivales, también son películas que permanecen, que reverberan vigorosamente dentro del cada vez más lánguido panorama del cine argentino. Burman filma caro, llena salas y sus películas (la mayoría) son impecables: esta pareciera ser la alquimia cinematográfica más oscura e indescifrable para gran parte de los realizadores argentinos.
El joven viejo. El cine de Burman crece pero no envejece. O si envejece, al menos lo hace muy bien. Si tomamos como referencia al grupo de películas que hizo junto a Daniel Hendler, El nido vacío es la primera película de Burman en la que el protagonista no tiene que resolver conflictos con sus padres. Tanto Esperando al mesías, El abrazo partido como Derecho de familia estaban prácticamente centradas en las relaciones entre hijos y padres (padres y madres, se entiende), hasta que en Derecho de familia el conflicto parecía resolverse y dejar al protagonista parado en un lugar nuevo: Hendler ya no era hijo, ahora era papá. Este quiebre no tiene que ser tomado a la ligera; también Burman parecía alcanzar una madurez narrativa y estética en esa película, después de haber probado con historias que no le pertenecían del todo (Todas las azafatas van al cielo, parte de Esperando al mesías) o con ideas de puesta en escena que habría de abandonar rápidamente (la cámara en mano agitada de El abrazo partido). Derecho de familia dejaba ver por primera vez al cine de Burman en toda su plenitud, una rara mezcla (de nuevo, una alquimia) de clasicismo formal y modernidad narrativa, de reposo estético y fugacidad en el relato. El nido vacío se parece más a Derecho de familia que a todas las otras películas del director.
Volver. El nido vacío no es una película del todo “vieja”, del todo envejecida, pero sí entrada en años. Por ejemplo, asoman algunos tics que en la obra de Burman no estaban, como la puesta en escena televisiva que por momentos despliega la película (hay escenas que están contadas exclusivamente en base a primeros planos). Otra cosa es la tendencia en la carrera de Burman a encerrarse cada vez más en sus personajes principales: si Esperando al mesías tenía a más de un protagonista, El abrazo partido a uno pero equilibrado con una gran cantidad de personajes secundarios que lo rodeaban, y Derecho de familia ya se metía de lleno en una familia para casi no salir de ese grupo, El nido vacío (persona mayor que ya no sale mucho de su casa) se cierra completamente sobre Leonardo (Oscar Martinez). Y otro rasgo del añejamiento del cine de Burman es la vuelta nostálgica al pasado, vuelta que en las otras películas estaba pero de forma menos marcada, y que a diferencia de esas en El nido vacío se concreta de forma efectiva. Esto no es un dato menor: las películas de Burman siempre fueron trágicamente lineales; un hecho dramático era irreversible y obligaba a los personajes a superar el conflicto, a madurar. Pareciera que ahora, con una historia de gente madura (y con el mismo Burman más maduro), ya no hace falta sufrir esa añoranza como antes. En el El nido vacío se da cuenta del mundo a través del arte; la escritura de Leonardo es la que le permite no sólo viajar al pasado y reparar el tiempo perdido, también es la que le permite al propio Burman construirlo a Leonardo, porque va a llegar un momento en que el personaje va a ser tanto una ficción de la película como de su propia pluma (Leonardo escribe, y lo hace a mano). La historia se va a hacer cada vez más compleja y Burman, cual viejito que chochea alegremente, desorientado, va a perder deliberadamente el norte de la historia y va a deambular por entre medio de romances imposibles, alucinaciones con tono de musical clásico, y hasta va a realizar un improbable viaje a Israel en lo que parece un reencuentro noble y sin golpes bajos con algunas raíces. Este tono de fantasía senil y despreocupada se termina de plasmar cuando un ahora engrandecido Leonardo puede cruzar con éxito el umbral del tiempo, pero tornando las cosas a su favor, o sea, volviendo a un nuevo pasado estilizado y a la medida del personaje. Cosa de viejo, que de seguro un cine joven, nuevo (o un nuevo cine) no se dignaría a transitar. Lo irónico es que una película grande como El nido vacío tiene más juventud y futuro que otras diez películas juntas sobre custodios, otros y resfriadas.
AVISO
Hola, cómo va. Seguramente habrán notado que hace varios días (más de diez) no actualizo el blog, algo raro si tenemos en cuenta que venía subiendo textos bastante seguido. La cuestión que es que hace algún tiempo que venimos tramando con el amigo Villarino y algunas personas más la idea de empezar un sitio de crítica de cine, que esté dedicado sobre todo a los estrenos pero que también tenga lugar para otras cosas, como discos, libros, cómic, etc. Después de varios días de pruebas y correcciones, y aunque todavía falta pulir varias cosas, ya puedo decir que el sitio está listo para ser visitado. Acá les dejo el link:
www.cinemarama.wordpress.com
Por ahora tengo pensado dedicarme de lleno a este nuevo proyecto, aunque voy a tratar de actualizar de forma esporádica Cine Mifune.
Los esperamos en el nuevo Cinemarama.
Saludos a todos.
www.cinemarama.wordpress.com
Por ahora tengo pensado dedicarme de lleno a este nuevo proyecto, aunque voy a tratar de actualizar de forma esporádica Cine Mifune.
Los esperamos en el nuevo Cinemarama.
Saludos a todos.
miércoles, 14 de mayo de 2008
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19 comentarios:
Hola, Diego. No vi El nido pero me parece detectar, cada vez que se estrena una película de Burman, una sensación de felicidad por la (al fin y al cabo no imprescindible)conjunción entre éxito de público y satisfacción crítica, como una especie de "objetivo cumplido", el colmo de los logros:un tipo de cine que conforme a todos, como si se tratara de una avanzada en la dirección del "Hollywood clásico propio". El cine de Burman vendría a representar, así, un ideal de vieja data. A mí,la idea de corrección en sus películas (en el sentido de que sus planos tienen la fluidez suficiente, sus actores no desentonan)no me interesa en lo más mínimo. Quiero decir, me parece demasiado poco como contrapeso a la falta de riesgo, de novedad, de audacia que su cine padece. En este mismo blog comentaste muy favorablemente sobre Historias extraordinarias, perfecto contraejemplo de las cosas que le achaco a Burman. Ahora, cómo le iría a Llinás si su película tuviera un estreno en el circuito tradicional? Probablemente no muy bien. Y por qué sería esperable que ocurriera de otra forma? Llinás hace un film único, quizás imperfecto, no un objeto completamente armónico,concebido para obtener rápidamente la admiración masiva (así las cosas, el cine de Burman sería apolíneo. El de Llinás, dionisíaco, ja). Me parece que en esa idea de un cine con éxito de crítica y de taquilla se juegan aspiraciones industriales que poco tienen que ver con el cine.
Saludos.
David, cómo va. Te cuento que cuando se estrenó Derecho de familia me pasó algo muy parecido a lo que vos comentás: la película me sonaba a fórmula probada, a cine sin riesgo estético y sin nada nuevo que aportar. Claro, es que no podía evitar compararla con El abrazo partido, que desde lo formal sí era una apuesta mucho menos clásica. Pero desde hace un tiempo las películas de Burman me parecen cada vez más valiosas; en todo caso, habría que ver qué valores son los que rescatamos para juzgar una película. Vos hablaste de Hollywood clásico; me gusta mucho que haya una película que no le tenga miedo a una estructura y una estética más clásica, sobre todo si las aborda con la pericia con que lo hace Burman. No creo que eso sea una negativa a tomar riesgos; al menos no lo es en el caso de Burman. Basta que ver que muchas de sus películas cuentan historias y describen lugares que son prácticamente inexistentes en el cine argentino (y mundial, también).
Con lo de el éxito crítico, no creo que sea un elemento fundamental para juzgar una película, y el consenso que consiguen algunas como fue el caso reciente de Tropa de elite, da para dudar bastante en cuanto al compromiso de la crítica, especialmente la de los diarios. Pero también me agrada cuando una buena película es defendida por la crítica y los números de entradas vendidas: Burman por lo menos es uno de los pocos casos argentinos en aunar las dos cosas (hay que ver que pasa con la nueva de Trapero).
Y sí, tenés razón con lo de Llinás, si la película se estrenara de forma masiva le iría muy mal, aunque eso no quitaría que sea una de las películas más geniales de los últimos años. Sin embargo, hay algo que comparten Burman y Llinás, cada uno con sus ideas sobre el mundo y el cine: los dos nunca dejan de contar historias. Pueden ser más o menos clásicos, modernos, rupturistas o aggiornados, pero los dos creen que el cine está fundamentalmente para narrar, y en esto sus películas se tocan, aunque sea muy superficialmente.
Saludos, David.
Bueno, ves, ahí yo no coincido, no creo que el cine tenga como destino único el de contar historias. Hay muchos ejemplos en contrario pero para qué abundar. Pero es interesante el caso Trapero, ya que lo mencionás. Con casi un tema único con breves variaciones como eje, a saber,el de alguien que se ve obligado a adaptarse a las circunstancias (cuando no a rehacer su vida, a reinventarse prácticamente desde cero)Trapero no deja de interrogar película a película el mundo que lo rodea, que resulta ser el mundo en general. Y no un mundo particular como en el caso de Burman, es decir, un mundo acotado, con su cuota de previsibilidad y razonabilidad. Por otro lado, ahora que lo pienso, en las películas de Burman protagonizadas por Hendler da la sensación de que el mundo en el que vivimos, aquel que no sea el estricto habitat en el que se mueven los personajes,es el que se les escapa por completo. Un ejemplo tomado de Derecho de familia: el tipo advierte que a una chica se le asoma la bombacha por encima del pantalón y, lleno de perplejidad y arrobamiento no puede evitar hacer un comentario al respecto. Uno se pregunta cómo puede ser que a una persona de alrededor de treinta años le llame la atención algo tan corriente. Dónde estuvo viviendo Hendler los últimos 10 años? Como si fuera una prolongación de su personaje en un aviso publicitario, las cosas más triviales le son ajenas, y la película parece construida alrededor de esa idea de inadaptación. Al contrario que en las películas de Trapero, en donde el espectador comparte el asombro, la sensación de aventura que supone el descubrimiento de un mundo nuevo, en Burman es Hendler el que se asombra, se atemoriza (y se fastida llegado el caso)solo.
Saludos.
Mirá que yo para nada creo que el cine solamente tenga que contar historias. Esa siempre me pareció una idea que bordea lo reaccionario. Lo que pasa es que en los últimos años, y sobre todo en el cine argentino, pareciera que a veces el negarse a contar una historia en términos clásicos es una forma de tapar la falta de ideas, una manera de escudar la incapacidad bajo cierto concepto de cine moderno que "no cuenta historias". Pienso en las recientes Resfriada o Cómo estar muerto/Como estar muerto, por ejemplo. O incluso en Extraño o el Custodio, a pesar de que estas dos son películas que me gustan. En medio de este panorama, el animarse a contar una historia retomando un modelo clásico e industrial, y sobre todo el hacerlo bien, es algo muy valioso para el cine argentino. También lo es, sin ningún lugar a dudas, algún que otro exponente de cine experimental como La orilla que se abisma, película que vi y que celebro totalmente. La orilla... decide no contar una historia, pero no lo hace por falta de ideas. En todo caso tendría que haber más películas como esa, donde el negarse a narrar es una toma de posición frente al mundo, y no un gesto de comodidad.
Estoy de acuerdo con lo que decís de Trapero, pero no creo que eso alcance para desmerecer a Burman; en todo caso estamos hablando de historias, personajes y universos diferentes. Entiendo lo que decís del personaje de Hendler, pero igual creo que Burman descubre (como Trapero, aunque de otra forma, obvio) un mundo en sus películas. ¿En cuántas películas argentinas se vio un lugar como el de la galería de El abrazo partido?
Un saludo.
Lo que me parece es que la idea peregrina de un cine industrial argentino, tan celebrada por los suplementos de espectáculos de los diarios, se realiza, en general, a expensas de la innovación y el riesgo artísticos. No quiero tomarlo de punto a Burman tampoco, que me parece, citándolo a Sarris, "discreto y agradable", pero, no sé, me parece demasiado poco pedirle al cine. Entiendo tu adscripción al cine narrativo como reacción a cierta tendencia endémica del NCA que identíficas bien. Pero pienso que hay un grupo que se encuentra entre ese "nadismo" al que te referís en algunas de las películas que nombrás y el cine de Burman, Zifrón, Taratuto, etc, que me resulta demasiado, correcto, demasiado probado (sospecho que la película de Lucía Cedrón entra en esta categoría). Me refiero al que podrían integrar (junto a Trapero) Celina Murga, Villegas, Caetano, quizás Lucrecia Martel. Mi preferida del grupo es Celina Murga. Las suyas son películas que buscan un público pero sin conceder un ápice de independencia o audacia artísticas.
Me preferido de todos es Alonso. Pero bueno, no entra en ningún lado.
Saludos.
Creo que el cine industrial no es necesariamente poco arriesgado. Que haya una gran cantidad de ejemplos en la actualidad, ya sea de Argentina o Estados Unidos, ese es otro tema. Pero lo que valoro de Burman y también de Taratuto y de la primera película de Szifrón, es que consiguen obras personales, muy logradas y que pueden enmarcarse en un género; en una tradición narrativa y estética. En este sentido, la pérdida de un director como Bielinsky es capital para el cine argentino. En todo caso habría que desenmascarar al cine industrial que se disfraza de independiente o comprometido, como es el caso de XXY o Las manos. O atacar a las películas de factura industrial que apenas pueden pensarse como cine, como Bañeros 3 o Brigada explosiva. Esto se puede aplicar también a Estados Unidos: tenés a gente execrable como Michael Bay que mueve los hilos de la industria con películas nefastas, a Juno, que me gusta mucho pero no deja de ser cine bien industrial, y también a Greengrass o Michael Mann, que se las arreglan para filmar con una enorme calidad dentro del marco industrial (y sus películas no son ni chiquitas ni baratas).
Resumiendo, comparto las cosas que le achacás al cine industrial, pero no creo que eso pueda aplicarse a Burman (Taratuto por ahí es un poco más discutible, aunque igual sus dos comedias me gustan mucho, y Szifrón hizo una película increíble como El fondo del mar, pero su segunda película parece filmada por otra persona).
Es interesante que nombres a Caetano, por que el tipo es un caso bastante raro. Por un lado hizo una de las películas que fueron emblema del NCA como Piza, birra, faso, y por otro realizó películas que se acercan bastante a la noción de industria (más allá de los temas o los lugares retratados) como Un oso rojo (que es un western perfecto, o sea, una película de género al cien por cien) y Crónica de una fuga. Pareciera que para Caetano, la producción "industrial" o "independiente" es más una coyuntura que una forma de entender el cine. Pero sigue siendo un caso raro.
Y sí, es cierto que las personas que nombraste (sobre todo los que ya pasaron su segunda película, como Trapero, Caetano o Martel) apuntan también a un mercado pero siempre desde un modelo de producción más libre, alejados en parte (aunque no todos) de la industria. Y Alonso, obvio, parece que filma para él solo, será por eso que sus películas no se parecen a nada de lo que se hace en el cine argentino.
Saludos.
Sí, cuando lo nombré a Szifrón (ahora sí lo escribo bien) estaba pensando en su segunda película. Pintaba para otra cosa. Pienso que el cameo de Filippelli venía como a certificar la pertenencia de El fondo del mar a cierta modernidad propia del NCA.
Coincido plenamente con Michael Mann como representante del buen cine industrial (justo anoche vi Man Hunter, que me faltaba ver). Podríamos agregar a Tony Scott?
Saludos.
Uff, Manhunter, qué película. Y un gran malo Tom Noonan. Me gusta el Tony Scott de Días de trueno y Top Gun. En especial Top Gun, que me parece una película bastante rica a pesar de la propaganda militar (y la banda de sonido también está muy bien). Pero el Scott de Man on fire es lamentable, una vergüenza. También lo tengo a Ridley como un peso pesado del mainstream americano.
Saludos.
Libertad para filmar dentro del marco del cine industrial norteamericano? Hmmmm... Steven Spielberg y Clint Eastwood tal vez?
Y Michael Mann es uno de los tantos buenos representantes de ese cine que se supone "delimitador" en lo que respecta a cuestiones creativas, entre otras cosas...
Sayounara!
Tony Scott apesta. Y su hermano, el querido Ridley, supo crear maravillas en décadas pasadas. Actualmente, por el contrario, adormece bastante con sus films. Gladiator fue su última gran película, según mi opinión, claro está. Ah, debería decir American Gangster, no?
Me gusta mucho Gladiador, a pesar de lo cuadrada que es como película. Gladiador se parece a un disco de AC/DC: pocos recursos, poca inventiva, pero cumple y lo hace con creces. Y disiento con American Gangster; a mi me parece una gran película.
Un saludo, Ezequiel.
Spielberg y Clint Eastwood sí, obviamente, pero mencioné a Mann y a Scott por ser representantes, dentro del mainstream, de una especie de "segunda línea", la que en el Hollywood clásico podían conformar Anthony Mann o Henry King.
una gran película de Burman
www.laconversacion.wordpress.com
(otro blog de cine)
Me meto acá porque allá quedó lejos...pero ayer vi Iron Man y sólo tengo 2 cosas para decir:
1 - Está zarpada de entretenida e interesante, quiero YA la segunda parte.
2 - Volví a leer tu crítica y creo que no estoy de acuerdo ni con las comas, ¿estás seguro que viste esta película y no otra?.
Segurísimo. Lo de aburrido/divertido, de última, siempre depende de cada uno, pero cosas como lo de la sobreexplicación psicológica o el discurso pro ejército están ahí, sin duda. Yo, además de bancarme eso, me aburrí.
También espero la segunda parte, porque no va a hacer falta perder 1 hora explicando qué le pasó al personaje para ser quién es en la actualidad, y seguro va a tener mucha más acción. X-Men y Spiderman; a las pruebas me remito.
Es justamente en esos conceptos donde más en desacuerdo estoy, la película se toma su tiempo para mostrarnos a Tony Stark, y todo ese momento es un gran momento, de ahí a psicoanalizarlo hay un trecho.
De igual manera en lugar de ver un discurso pro-ejército veo más una crítica, de hecho el ejército no queda nada bien parado.
Creo que es la primera vez que tenemos interpretaciones tan diametralmente opuestas.
Lo del ejército me parece interesante: queda clarísimo que "los malos" son los americanos, que abastecen a los terroristas de Medio Oriente. Pero ese "malo" (Bridges) no es un militar, sino la cabeza de una gran corporación: o sea, se le puede pegar tranqui, total, es un lugar común pegarle a las grandes empresas. Igual, el personaje es americano, y eso no es menor.
En cambio, el ejército está representado por el personaje de Terrence Howard (que ya estoy un poco bastante podrido de verlo, me lo tuve que bancar en tres estrenos en casi un mes), que maneja todo de forma eficiente y macanuda. O sea, si ve que un robot les está haciendo burla a sus mejores aviones en pleno espacio aéreo norteamericano, el tipo se hace el sota porque dentro del robot está su amigo, o sea, que Terrence (un alto mando del ejército) es un copado. Y si bien en un principio Stark no quiere compartir su robot con el ejército, al final lo hace cuando le pide ayuda a Howard, que queda encantado con el modelo.
Nada, tampoco quiero ponerme medio paranoico buscando detalles, pero hay cosas que me hacen ruido. Lo del ejército no es, en suma, tan grave, aunque no hay que pasarlo por alto, pero lo del pasado del personaje sí, porque además forma parte de una tendencia que tienen las películas que están basadas en cómics: parece que si al público no se le da al personaje masticado y deglutido en todos los aspectos posibles, la película no va a funcionar. Por eso creo que la secuela de Iron Man va a estar bien, como lo estuvieron otras segundas películas de cómics.
En fin...no nos vamos a poner de acuerdo, lo que para vos es el pasado del personaje para mí es una pincelada que se da de sus últimas 36 hs. mientras se cuenta en formato videoclip, en el marco de una entrega de premios (a la que él ni siquiera va), los headlines de su vida, no veo mucho pasado ahí sino más bien el sentar que el tipo es un genio, que no es un dato para nada menor en la historia (la diferencia entre Stark que arma un robot en una cueva y yo, por ej. que para armar la sorpresa del Kinder necesito las instrucciones)
Que se le va' cer Mr. Criticón, nos andaremos peleando por ahí cual Sarris y Kael (si, me agrandé)
En lo que sí coincido con ud. es en que Death at a funeral es una soberana garcha.
Abrazo
Me pasó que cuando veía la película y apareció lo de los premios y los headlines, por un momento, creí que Favreau se iba a animar a esquivar toda esa cosa del pasado. Es más, si llegaba a hacer eso, te juro que me paraba y aplaudía, porque además la información que se da en esa escena es concretísima y pinta muy bien al personaje, y la hora siguiente de película va a repetir esa misma información varias veces, cosa que seguro podría haberse evitado.
Y mirá, lo de Kael no sé, pero lo de Sarris... no, no creo.
saludos.
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